No sé, me doy cuenta cada día que cuanto más intento alejarte de mí, más sales a la luz y eso me duele. Sé que en mayor parte lo tengo más que superado, pero sigo con el vacío de no poder echarme esas risas contigo como cuando éramos amigos o de no mandarnos mensajes simplemente para preguntarnos qué estamos haciendo.
Me da rabia, no pena, rabia. Porque tanto tú para mí como yo para ti éramos importantes, cada uno contaba en la vida del otro y así sin más se acabó.
Yo no quería que esto sucediera, no me gusta esta situación y me consuela pensar que a ti tampoco pero día a día me demuestras que te da absolutamente igual. Pero, ¿sabes qué? que me quedo con el buen recuerdo de todos esos momentos y que aún así te perdono, te lo perdono todo. Y me voy de tu vida, pero con la cabeza bien alta al saber que yo siempre hice todo lo que pude, me esforcé al máximo, me sacrifiqué e incluso a veces llegue a tragarme el orgullo, cosa que muchas personas no pueden decir que haya hecho por ellas.
Me voy, desaparezco de tu vida, pero solo te pido un favor:
Recuérdame.